martes, 23 de enero de 2018

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos



Esta semana como cada año, celebremos el octavario de oración por la unidad de los cristianos, por ello en la diócesis de Cuautitlán nos unimos a esta jornada, teniendo presente que para alcanzar la plena comunión entre los cristianos sin duda lo primero es la oración, unida a la de Cristo: “No ruego solo por estos, sino por los que van a creer en mi por su palabra” (Juan 17-20) Para que sean uno como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mi, para que sean consumados en la unidad. (Juan 17-22)
Así pues miremos lo que une a los cristianos. La sagrada escritura, la vida de gracia y de las virtudes; el bautismo. Por ello invitamos a seguir en oración.
“Unamos nuestras manos atadas no por cadenas sino por el amor de Cristo, por tu gracia divina Señor restaurar nuestro cuerpo, crea un corazón limpio y una mente pura para que podamos dar gloria a tu nombre. Que tu iglesia se mantenga unida a un  mismo propósito para la santificación de tu pueblo.

Oración: Dios de bondad oramos por nuestras Iglesias llénalas de toda Paz y verdad, donde la Fe se ha corrompido purifícala, donde las personas se pierden redirejelas, donde dejan de proclamar el evangelio reformarlas, donde dan testimonio de lo que es justo refuérzalas, donde pasan necesidad atiéndelas, donde están divididos reúnelas.

viernes, 5 de enero de 2018

La Grandeza de Dios en la pequeñez de la Luz Verdadera



Por Pbro. Didier Munsiensi Mawete.

La alegría del profeta se expresa así: levántate Jerusalén, resplandece ¡Ha venido tu luz, y la gloria del Señor esta sobre ti! (Is 60, 1) El profeta nos recomienda de salir de nuestros encierros, nos muestra la luz que nos viene a iluminar, esta luz es la gloria del Señor.
La Iglesia no debe de creer que brillará con su propia luz. San Ambrosio decía: la Iglesia se parece de verdad a la luna, que brilla no con su propia luz, pero si con  la de Cristo. La luna tiene su resplandor del sol de justicia. La Iglesia puede iluminar el mundo en la única condición de ser ella misma iluminada por Cristo. (Jn 12, 8)
Todos necesitamos de esta luz que nos viene de lo alto. Ella nos ayuda a responder coherentemente a la llamada que hemos recibido: estamos todos llamados y enviados a anunciar el evangelio de Cristo. No se trata de hacer el proselitismo en obligar a la gente de convertirse. Ser misionero es, sobre todo, ser iluminado por Dios y reflejar la misma luz. Desde luego nuestra misión es hacer resplandecer la luz de Cristo. Es lo que el mundo espera de nosotros. Porque el mundo necesita conocer esta luz, es decir conocer el rostro del Padre Celestial.
San Pablo experimentó la fuerza de esta Luz en su camino de damasco. Desde entonces él entendió que todas las naciones están asociadas a la misma herencia, al mismo cuerpo, a la misma promesa en Jesucristo, mediante el anuncio de la Buena Nueva
Volviendo a las Escrituras, el profeta Isaías pregona la gran procesión hacia la Luz. Los reyes magos originarios del oriente son los primeros de esta misma procesión que no se interrumpe. En todas las épocas los hombres, mujeres, viejos, jóvenes y niños siguen la Estrella, donde se encuentra el Niño lleno de ternura de Dios. Los magos representan los hombres y mujeres de todo el universo, a la búsqueda de Dios. Ellos nos indican el camino por donde estamos invitados a caminar. Han buscado la luz de verdad, después de haber visto la estrella, se pusieron a caminar, y siguiendo la estrella llegaron a encontrar el verdadero Dios
En su camino, los magos han encontrado retos. En Jerusalén, fueron al palacio del rey Herodes con la intensión de que el nuevo rey debería nacer en el  palacio real. Sin embargo, es ahí que perdieron la estrella. Lo que vieron en el palacio fue un rey orgulloso, ávido de poder, que piensa no más que eliminar a los que él considera como sus rivales. Ciertamente, en este palacio los magos atravesaron momentos de oscuridad y desolación. Porque en este tipo de lugar la estrella no puede brillar.
En Belén, Encontraron al niño pequeño con María su madre y San José. Pudieron caer en tentación de rechazar la pequeñez de este rey. Al contrario, se echaron a sus pies, postrándose ante el Niño Jesús. Es el Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús, que les ayudo a reconocer que Dios no se manifiesta como los portentosos de este mundo, más bien Él viene a nosotros en la humildad de su amor. Un amor grande y poderoso, pero humilde.
Esta buena nueva nos encuentra hoy en nuestro mundo: vivimos a nuestro alrededor las guerras, las injusticias, los tráficos de armas, el trato de personas… Son los pequeños y débiles que son las primeras víctimas. Si buscamos a Jesús, es a estos pequeños a quienes debemos volver. El nacimiento de Jesús nos presenta un camino diferente de la mentalidad mundana. Es el camino de anonadamiento de Dios.
La epifanía nos hace entrar en el misterio de la grandeza de Dios manifestado en la pequeñez del Niño que encontramos en cada nacimiento; pequeñez que domina sobre la arrogancia vacía de los poderes humanos.



FIESTA DE LOS SANTOS INOCENTES


Esta es una fiesta que guarda el pueblo mexicano con mucha tradición. Lástima que el término “inocente” lo haya desviado hacia el sinónimo de torpeza mental, falta de inteligencia, frecuente desatención a la realidad.
La Iglesia recuerda el martirio de muchos niños por la persecución de Herodes. El motivo de esta persecución no es ni político, ni religioso, ni por cultura o raza. Es el miedo a la muerte, a la incapacidad de Herodes para defender su autoridad con verdad y justicia. ¡Su soberbia!
Este engaño, que desde fuera vemos como incoherencia, como actitud totalmente contra la dignidad humana aún de quien la ordena y ejecuta, ahora le llamamos simplemente intolerancia, sigue siendo la que en nuestros días priva en sectores de la sociedad.
¿Es posible que la sociedad castigue en realidad al violador matando al hijo que éste concibe con su víctima? ¿Es posible que, por una ley de migración, se prive de la tutela parental a quienes van descubriendo la vida y necesitan urgentemente del padre y la madre?
¿Es coherente que, hablando de derechos humanos de los niños y las niñas se les considere adultos como para elegir su “género”, quedando por este derecho “liberados” de la tutela de los padres?
¿Es coherente que el Estado tenga el derecho sobre los niños y las niñas para que ejerzan un servicio militar y, si lo necesita el país, que los adultos deciden, que estén en el frente de batalla?
Por otra parte, el porcentaje de madres que rechazan a la hija, aunque no tengan un hijo a quien mostrar su preferencia, es alto. ¿Por qué una madre rechace a su hijo, sin importar el sexo, después de llevarlo nueve meses en su seno?
Estos niños y niñas que sufren rechazo, violencia, muerte, son los verdaderos inocentes de hoy, a causa de la mentira que afirma que, sin ellos, la vida será mejor, se desarrollará mejor sea la madre sola o la pareja.
Siempre, detrás del rechazo a un niño o niña existe el rastro de la mentira. Detrás del rechazo a los niños y niñas, de su asesinato por aborto u otros modos, existe la mentira que llevó a Herodes a la persecución de los inocentes, el orgullo, el deseo de poder, el miedo a morir.
Morir entendido como desprestigio, limitación en mi desarrollo, en mi libertad, en mi paz personal. Poder como creer ser dueño de la vida de los demás. Orgullo por creer que soy el único que tengo derecho a vivir.
El Hijo de Dios, con su nacimiento, provocó que Herodes reaccionara como lo hizo. Hoy Jesús, el Hijo de Dios, sigue siendo perseguido en todos estos niños y niñas rechazados por la sociedad y ante quienes guardamos ordinariamente silencio.
Además de orar, ¿qué podemos hacer para superar esta mentira que está causando tanto daño a los niños y niñas, aún a quienes todavía no nacen? Con la convicción que nos da la fe como discípulos misioneros actuemos.
Coincidentemente acaba de anunciar el Señor Presidente de la República que hará una propuesta de ley para la adopción de niños y niñas. Es importante que, en nuestra familia, en nuestro ambiente, busquemos participar en diálogo con las autoridades legislativas para que dicha ley se apoye en análisis científicos interdisciplinarios, no en posturas ideológicas.
Que María, Madre del Señor, nos acompañe buscando la coherencia con la verdad de Jesucristo que nos revela que somos imagen y semejanza de Dios.



                                                        +Guillermo Ortiz Mondragón

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