Esta
es una fiesta que guarda el pueblo mexicano con mucha tradición. Lástima que el
término “inocente” lo haya desviado hacia el sinónimo de torpeza mental, falta
de inteligencia, frecuente desatención a la realidad.
La
Iglesia recuerda el martirio de muchos niños por la persecución de Herodes. El
motivo de esta persecución no es ni político, ni religioso, ni por cultura o
raza. Es el miedo a la muerte, a la incapacidad de Herodes para defender su autoridad
con verdad y justicia. ¡Su soberbia!
Este
engaño, que desde fuera vemos como incoherencia, como actitud totalmente contra
la dignidad humana aún de quien la ordena y ejecuta, ahora le llamamos
simplemente intolerancia, sigue siendo la que en nuestros días priva en sectores
de la sociedad.
¿Es
posible que la sociedad castigue en realidad al violador matando al hijo que
éste concibe con su víctima? ¿Es posible que, por una ley de migración, se
prive de la tutela parental a quienes van descubriendo la vida y necesitan urgentemente
del padre y la madre?
¿Es
coherente que, hablando de derechos humanos de los niños y las niñas se les
considere adultos como para elegir su “género”, quedando por este derecho
“liberados” de la tutela de los padres?
¿Es
coherente que el Estado tenga el derecho sobre los niños y las niñas para que
ejerzan un servicio militar y, si lo necesita el país, que los adultos deciden,
que estén en el frente de batalla?
Por
otra parte, el porcentaje de madres que rechazan a la hija, aunque no tengan un
hijo a quien mostrar su preferencia, es alto. ¿Por qué una madre rechace a su
hijo, sin importar el sexo, después de llevarlo nueve meses en su seno?
Estos
niños y niñas que sufren rechazo, violencia, muerte, son los verdaderos
inocentes de hoy, a causa de la mentira que afirma que, sin ellos, la vida será
mejor, se desarrollará mejor sea la madre sola o la pareja.
Siempre,
detrás del rechazo a un niño o niña existe el rastro de la mentira. Detrás del
rechazo a los niños y niñas, de su asesinato por aborto u otros modos, existe
la mentira que llevó a Herodes a la persecución de los inocentes, el orgullo,
el deseo de poder, el miedo a morir.
Morir
entendido como desprestigio, limitación en mi desarrollo, en mi libertad, en mi
paz personal. Poder como creer ser dueño de la vida de los demás. Orgullo por
creer que soy el único que tengo derecho a vivir.
El
Hijo de Dios, con su nacimiento, provocó que Herodes reaccionara como lo hizo. Hoy
Jesús, el Hijo de Dios, sigue siendo perseguido en todos estos niños y niñas rechazados
por la sociedad y ante quienes guardamos ordinariamente silencio.
Además
de orar, ¿qué podemos hacer para superar esta mentira que está causando tanto
daño a los niños y niñas, aún a quienes todavía no nacen? Con la convicción que
nos da la fe como discípulos misioneros actuemos.
Coincidentemente
acaba de anunciar el Señor Presidente de la República que hará una propuesta de
ley para la adopción de niños y niñas. Es importante que, en nuestra familia,
en nuestro ambiente, busquemos participar en diálogo con las autoridades
legislativas para que dicha ley se apoye en análisis científicos
interdisciplinarios, no en posturas ideológicas.
Que
María, Madre del Señor, nos acompañe buscando la coherencia con la verdad de
Jesucristo que nos revela que somos imagen y semejanza de Dios.
+Guillermo
Ortiz Mondragón